El PJ tomó nota, pero no acepta el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner y se pone en marcha
La falta de liderazgo amenaza al peronismo y la figura de Cristina Kirchner no sirve para ganarle a Javier Milei. El rol de Axel Kicillof y el silencio de Sergio Massa.
Cristina Fernández de Kirchner le regaló un año de ausencia a los que quieren liderar el peronismo, y nada cambió. El fracaso histórico en las elecciones legislativas 2021 fueron el preludio del papelón de 2023, donde gobernando y expandiendo la base monetaria sin precedentes históricos, el partido que llegó al poder en febrero de 1946 de la mano de su fundador, Juan Perón, obtuvo el peor final y entregó el mando a un economista que nunca había competido por la presidencia, sin partido, intendentes, gobernadores ni estructura.
Terminó el tiempo de espera, y Cristina Kirchner despertó para recordar que a sus ojos, los mejores años siempre fueron kirchneristas, y que nadie ocupa su lugar en el partido que nunca le causó demasiada simpatía, pero que fue el cobijo ideológico que le permitió llevar a cabo su plan político durante cuarenta años. Despejó dudas y recuperó la centralidad en tiempos de malas noticias judiciales, todo el peronismo tomó nota de su reaparición y el respeto debido, que no es lo mismo que volver a aceptar el liderazgo verticalista y total que exige la viuda de Kirchner cuando toma el mando.
Un peronista que la conoce hace treinta años se confesó con MDZ ayer a la noche: "No podemos negar su figura, su dimensión, su historia, el que niega eso está loco, el debate nuestro es si podremos sobrevivir a la sombra de una mina de 75 años con dirigentes de 40 que no ponen las pelotas arriba de la mesa". La metáfora matancera obedece a la incapacidad absoluta que hasta ahora tuvieron los gobernadores y Sergio Massa de aportarle la opacidad necesaria a Cristina para tomar la posta y dar por terminado el modelo que fundó Néstor Kirchner con Daniel Scioli en abril de 2003.
Ricardo Quintela quiere conducir el PJ nacional, pero no logra encauzar el PJ riojano con cien mil personas, es difícil ser tenido en cuenta y pesa sobre él un recuerdo amargo en boca de Cristina Kirchner: su hermana, Teresa Quintela, votó en contra de Cristina en 2008 cuando las retenciones del ministro de Economía, Martín Lousteau, casi derivan en una guerra civil. Kirchner nunca olvidó la traición riojana y su nombre tiene veto vitalicio para cualquier premio.
Axel Kicillof no es tenido en cuenta, no es consultado y nadie considera su figura como la de un líder que pueda encarar el traspaso generacional que planteó Kirchner diez años atrás y que nunca se llevó a cabo. Los gobernadores esperan a ver quién asoma el hocico en un lodo espeso y traicionero, como es la interna peronista en su esencia. Nadie quiere picar en punta, todos saben lo que el partido hace con los ansiosos y prefieren esperar, pero cada día de silencio es un pedido de retorno a Cristina Kirchner y sus formas, y lo saben.
Martín Llaryora ganó y dio un discurso federal pero poniendo fuerza en el interior, una demanda histórica que no remite sólo a la división de dinero nacional, sino al rol de los gobernadores como dadores de gobernabilidad y motor productivo del país. No mostró los dientes necesarios aún para ser parte decisora de la interna, como tampoco lo hizo Kicillof a pesar de la centralidad estadística y política que tiene Buenos Aires, donde viven casi cuatro de cada diez argentinos, pero con niveles de pobreza adolescente que superan el 60%, no tiene mucho para exhibir en términos de éxito.
Los intendentes del Conurbano lograron hacer gobernador nuevamente a Axel Kicillof, pero no pondrán su cara en veinte meses, cuando se vuelva a votar. Saben que la crisis se siente y las listas sábana y colectoras van a proliferar como siempre. La llegada de Javier Milei partió los concejos deliberantes y no hay hoy una figura que pueda aunar las ambiciones peronistas. La premisa básica es evitar que la sombra de Cristina Kirchner opaque a los sucesores, pero así se mantendrá la lógica hasta que la exvicepresidenta anuncie su retiro, algo que nadie cree que vaya a suceder.