El santacruceño campeón del mundo tiene un comedor en su casa: "no quiero que pasen hambre como pasé yo"
Jorge Castro, "Locomotora" o "Roña" sufrió su infancia y adolescencia en su Caleta Olivia natal y recuerda aquellos días previos al estrellato que llegó tras el histórico nocaut a Reggie Johnson y hoy, en plena crisis, ayuda a los vecinos de Temperley, allí donde tiene su gimnasio de boxeo.
Cuando creció y fue más grande se fue a trabajar al campo con los esquiladores. Era un adolescente de catorce años y cuenta que la experiencia le resultó muy útil como aprendizaje de vida: "Fue duro, pero junté bastante plata laburando y eso me permitió ayudar a mi familia y largarme como boxeador, lo que más deseaba, y pude llegar, la suerte y mis puños me ayudaron".
Con esfuerzo llegó a coronarse Campeón del Mundo en 1994 de la categoría "Middle/Medio" ganándole al estadounidense Reggie Johnson. "¿Cómo me dicen los vecinos cuando vienen a buscas comida?". Los más respetuosos me llaman Jorge, después ‘Roña', que me lo pusieron porque me la pasaba a las piñas en el barrio, buscando roña siempre. ‘Locomotora' porque no me paraba nada. También me llaman ‘Negro' porque soy un negro sucio", bromea.
"Siempre hay que mirar alrededor de uno para saber lo que está pasando", explica y agrega: "Además llegamos hasta el Impenetrable chaqueño, hicimos como tres mil kilómetros y pudimos acercarle a toda esa comunidad unos diez mil kilos de mercadería, fue una experiencia increíble. No sabés con el cariño que nos recibieron y lo agradecidos que estaban".
Él no solo desde niño supo recibir ayuda, desde que está en pareja con Yanina Sosa, confiesa que su vida mejoró mucho: "Élla es de acá, de Temperley, muy querida por todos. Estamos hace doce años juntos. Es un puntal para mi vida. Me cuido a la fuerza porque un día me puso los puntos y se me acabó la joda. Antes vivía de caravana, la noche me tenía siempre presente, iba a comer y volvía a casa tarde... Un día se cansó, la entendí y acá estamos, haciendo buena letra. Ella tiene sus hijos, su nietita aunque es muy joven. Yo tengo los míos, llegué a quince hijos que me dieron doce nietos. Después me hice una vasectomía -método anticonceptivo-. Todos laburan, ese es mi orgullo, salvo el más chico, Aonikenk (en su propia lengua significa "gente del sur" o tehuelches en lengua mapuche) que tiene catorce años y vive con la mamá en Morón. Por suerte tengo buena relación con mis ex mujeres".
A su gimnasio hoy concurre mucha gente, mujeres y hombres de todas las edades, y a él, igual que a su hijo, le apasiona enseñar. Aclara que van a mejorar su físico, que lo que allí aprenden con mucha seriedad es recreativo: "Les damos muchas herramientas técnicas para que sepan boxear, hacer guantes, caminar el ring, esquivar golpes, pegar en la bolsa, no para que se agarren a trompadas y se lastimen. Tengo profesores excelentes que me ayudan y a mí me viene bien estar activo porque me mantengo flaco, sano, en movimiento", relata.
Mientras acomoda bolsas, cajas, paquetes y jaulas de lechuga, Locomotora tiene claro su rol y su poder de convocatoria a la hora de "manguear", como él lo llama: "Un día me di cuenta de que comerciantes, puesteros, fabriqueros y la gente en general me ayudaba porque soy popular, y dentro de todo muy querido. Así que pensé, voy a aprovechar eso para ayudar a los que lo necesitan y no paré más. No me gusta que la gente pase hambre, es insoportable sentir ese vacío acá en la panza". (INFOBAE)